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ROGELIO PUENTE
Pintores Históricos
ROGELIO PUENTE
Puente Díaz de la Rocha, Rogelio

( La Habana, Cuba, 1936 - A Coruña, 1996 )

Biografía
Nace en La Habana, en una familia acomodada (su padre era un destacado industrial de origen gallego). Asiste al colegio La Salle, y con once años ingresa como interno en la Escuela Militar de Atlanta. Entre 1946 y 1950, compagina largas vacaciones en La Habana con sus periodos de estudio en Canadá y Estados Unidos. En esta etapa comienza a definir tanto su personalidad como su trayectoria artística. Su viaje a Francia en 1950, fundamentalmente Versalles y París, marcan un hito que quedará grabado en su memoria y que se reflejará en el imaginario de su obra. Regresa a Galicia y se instalan en A Coruña. Siguiendo consejos familiares, inicia la carrera de Derecho en Santiago de Compostela en 1953, aunque nunca llegará a ejercer como abogado. Continúa su inquietud por formarse a nivel artístico; viaja frecuentemente a Madrid, donde visita el Museo del Prado y el de Ciencias Naturales, así como la galería de Juana Mordó, con quien entabla amistad. Una vez finalizada la carrera, su gran inquietud cultural, su afán viajero, y su interés artístico y social lo llevan a residir en distintas localidades de Inglaterra en 1962. Posteriormente, visita los países escandinavos, Alemania e Italia, donde profundiza en la arquitectura de grandes maestros. A su regreso, finaliza su etapa de formación en Madrid, donde cursa dos años de Arquitectura y cuatro de Artes Decorativas. Comienza su camino como pintor en 1975, año en el que conoce a su futura esposa y fija su residencia en A Coruña. A partir de 1985 su relación profesional será exclusiva con la galería neoyorquina Wally Findlay, de modo que pasará largas temporadas en Nueva York. Ha sido reconocido con galardones como el Premio del Círculo de Bellas Artes de Madrid o el Premio Nacional Álvarez de Sotomayor, y su obra figura en destacadas colecciones tanto nacionales como internacionales.

Su sólida formación, su gran sensibilidad estética, y las experiencias acumuladas viajando, resultan cruciales en su universo plástico, que él mismo definió como «la recuperación de un tiempo pasado a través del presente». Su obra habla fundamentalmente de lugares que ha visitado, y en ellas palpita ese «tiempo detenido» que capta con una maestría cuasi fotográfica. Estilísticamente, pues, es una pintura hiperrealista, a la que se añaden elementos simbolistas y modernistas, configurando un personal imaginario donde afloran sentimientos de intimidad y nostalgia. Sus cuidadas composiciones, el dominio de la perspectiva, la presencia y el reflejo de la luz —juega con espejos, transparencias y brillos—, así como la singular atmósfera conseguida a través del esfumato, son fundamentales en su pintura. En sus creaciones ocupa un lugar destacado la figura femenina, refinada y con un importante componente simbólico. Además de sus célebres interiores, el retrato fue un género que cultivó con éxito.

Tres interiores, de los años ochenta y noventa, figuran en la Colección Afundación. Una biblioteca (The New York Public Library), un café (El Mozart de Viena) y un interior de decoración clásica. Tres emplazamientos únicos que son representados con una impecable factura, de manera que retrata los objetos con una fidelidad insólita, casi fotográfica. Las perspectivas que emplea, junto con el tratamiento de la luz, le permiten crear atmósferas únicas, en las que prácticamente se palpa el aire que rodea a los objetos, y generar esa sensación de tiempo detenido. Son obras que reflejan su afán por pintar espacios únicos e inigualables que él mismo define en contra de «la cultura de lo seriado, lo recién estrenado, lo prescindible y reemplazable».